El elefante blanco en la COP26

En la sala donde se aclara si habrá o no 100 mil millones anuales para adaptación para los países pobres, hay un elefante que observa impasible las reuniones. En el mundo anglosajón esta metáfora significa que hay un tema que es evidente para todo el mundo, pero se evita hablar de él. En la COP26, y sin estar allí, intuyo que además que el elefante es blanco.

Para seguir con la metáfora, un elefante, si es blanco, describe un objeto, proyecto de construcción, plan, empresa, instalación, etc. que se considera caro, pero sin utilidad o valor equivalente en relación con sus costes de(adquisición) o mantenimiento (definición de Wikipedia).

Los gobiernos tienden a producir elefantes blancos por muchas razones. Una de ellas está bastante exenta de malicia o de corrupción: sólo intenta hacer el gasto público menos complicado. Cualquier gobierno prefiere gastar cientos de millones de euros en un solo proyecto, aunque no se le vea una utilidad evidente, antes que gastar pocos millones en cientos de proyectos, ingobernables.

¿Cuánta gente, presente en la COP, estará pensando después de las promesas financieras de los cien mil millones, OMG, cómo vamos a gastar todo ese dinero?

Intento recordar por las organizaciones gubernamentales, intergubernamentales y ONG que he conocido en los últimos años. La gestión es el problema común. Una aprobación de un proyecto millonario produce escalofríos en el departamento de contabilidad, pesadillas en el de licitaciones y deserciones entre quienes se dedicarán a la ingrata tarea de perseguir facturas.

En el mundo falta capacidad de gasto. Dos ejemplos sobre lo preocupante de la situación:

  • Lant Pritchet, sobre la menguante eficacia de los gobiernos: la mayoría de gobiernos del mundo tiene ahora menos capacidad que antes, y muchos no van camino de mejorar. Los datos aquí 
  • Daniel Kaufmann y Aart Kraay, sobre los índices de gobernanza mundial. Se puede jugar con los datos aquí y observar cómo la eficacia gubernamental (uno de los seis índices estudiados) apenas mejora de año en año.
  • Sobre los criterios burocráticos para considerar la calidad del gasto, un informe de 2020 sobre gestión de las finanzas públicas tampoco es optimista. Dos conclusiones:
    • “Por término medio, los países obtienen mejores resultados en la preparación de sus presupuestos que en su ejecución.
    • La auditoría interna, la gestión de los riesgos fiscales, la auditoría externa y el control por parte de las Entidades Fiscalizadoras Superiores y el poder legislativo siguen siendo las áreas más débiles de la gestión de las finanzas públicas”.

Otro asunto es la pertinencia del gasto (¿se gasta en las cosas correctas?). Los proyectos de reforestación, muy de moda en la COP, son un buen ejemplo de dinero muchas veces mal gastado, pero esto será el tema de otro post.

La solución de la pobreza no pasa por prometer menos dinero porque es difícil de gastar, sino por dedicar más dinero a la creación de capacidad de gestión. Costará un ojo de la cara y llevará mucho tiempo. Pero hay que hacerlo. Para administrar las cosas hacen falta un funcionariado dispuesto y suficiente en número y preparación, tanto en los gobiernos como en las ONG. Mientras esto no se solucione, se crearán elefantes blancos aquí y allá y nadie hablará de ellos en las reuniones de los donantes.

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